miércoles, 20 de enero de 2010

Una comedia...

Ya han pasado cinco días. Esa habitación se ha vuelto un infierno. Cada vez que entro, cada vez que estoy allí, me recuerdo de todo lo que eras. Ese cuarto ahora es insoportable, tiene todo el peso de una inmortal culpa. No puedo trabajar, no puedo dormir, mi vida se ha vuelto una cruel desdicha desde que paso lo que llegó a pasar. No sé si lograré seguir soportando esta terrible tortura que me has impuesto.

No entiendo porque me querrás hacer el mal de esta forma. Siempre te ame y lo demostraba de cuanta forma posible. Hice lo que pude para que nuestra relación no se consumara en la desgracia, no deseaba destruir lo que para mí era perfectamente el cliché de la pareja enamorada de las grandes novelas literarias. Pero paso, con simpleza, deshiciste todo lo que hice por nosotros, todo lo que trabaje para que me quisieras, y tras de eso me culpas. Esa habitación huele a diablos por vos. Huele a una jugarreta a una trampa que deja sobre mi mente y mi memoria ideas malévolas que solo intentan destruirme para seguir tu inmundo camino. No quiero salir, no quiero irme, no quiero y punto.

Pero nuevamente, todo en esa habitación me recuerda. Me hace pasar por aquellos recuerdos que he guardado en los confines de mi amplia memoria. Los recuerdos que te hacen ver como una bella persona, siempre íntegra, con una personalidad que haría brillar a toda la ciudad. Solo lloro. Y siento que tu sombra me recoge en sus brazos para decirme que puedo seguirte, que está bien tomar el mismo camino para verte de nuevo.

El amor es una pútrida mentira. ¿Cómo puedes hacer esto como un puto acto de amor? Aquí te lo demostré, no necesito hacerlo allá. Ahora que escribo estas palabras, vuelvo a ver que te asomas en el reflejo de la pantalla de la computadora, odio que lo hagas, me miras como fueras ciega. Extraña comparación de algo que tengo soportar por el resto de mi tiempo en esta habitación. Pareces mover la boca, pero aunque no te escucho sé perfectamente lo que me dices. Quiero cerrar las persianas, pero el miedo me inunda. Verte más de cerca en la ventana sería terrible, sería algo que me desgarraría y decidiría acompañarte, pero no quiero eso.

No me preguntaste, no me hablaste. ¿Por qué demonios no conversaste conmigo? ¿Por qué me lo tienes que hacer tan difícil? ¿Pensaste que mi amor por tu bello espíritu haría que me entregase a tu estúpida decisión?

Ese cuarto es mierda. Estás alarmando a los vecinos. Me están preguntando cosas. Cada vez es más difícil, toda la casa ahora es tuya. Toda la casa se inunda de tu olor. Y esos entrometidos me preguntan con caras que reflejan una falsa preocupación. Pero no te ven, no los haces sufrir. En estos momentos de desesperación me estarías ayudando, me estarías dando una mano, pero aquí estas clavándome un maldito cuchillo en la espalda y además poniéndome condiciones para que me lo introduzcas más adentro.

¿Pero es solo tu culpa? Perfectamente te puedo olvidar, puedo seguir adelante y tomar mi propia decisión sin que te entrometas. Puedo destruir el cuarto y deshacerme de la sombra de tu mirada. Del maldito reflejo que destruye mis convicciones a seguir adelante. Puedo también pensar que solo eres un fantasma en mi vida que con tiempo solamente será destruido. Habrás desaparecido con el tiempo. ¿Podré soportar? Seguramente los vecinos intentarán saber que pasa.

Creo que mis ideas solo me muestran tu tersa cara, ahora desfigurada, ¿eso era lo que querías? Ahora vuelvo a leer la carta. Me invitas a que te acompañe, pero ni siquiera das una razón para hacerlo. Vuelvo a ver tu reflejo, la luz del sol hace que te veas más definidamente. Ráfagas de viento acarician tu cuerpo y golpeas suavemente la ventana. Estás ahí colgada muerta, pero vuelves a la vida cada uno de los malditos días desde que cometiste esta atroz estupidez. Mis ojos me hacen bromas y mis oídos escuchan lo que no escuchan.

Siento que mientras más escribo y pienso, esta forma de escape se torna más en una nota de suicidio. Estas sonriendo lo veo en el reflejo de tu mirada putrefacta. No quiero detener lo inevitable. Has probado nuestro amor de una manera cruel y desgarradora, yo solamente quiero estar contigo. Ahora me dirigiré al otro lado de la ventana…

sábado, 9 de enero de 2010

Animal/Humano

Juan Hobson solamente decidió borrar las páginas de su largo diario, solo sobrevivieron algunas pocas palabras…

… peleado. Era suficiente, mi cuerpo y mente no soportaría este trato hacia mí. Me encerré en mi cuarto, ahí me sentiría a salvo de cualquier eventualidad. Esas tres personas que vivían en el mismo techo que yo, eran capaces de destruir mi vida. Ya no los conocían, siempre separados, siempre en sus cosas. A veces me pregunto si alguna vez estuvimos juntos. Mi memoria no se esfuerza a conseguir recuerdos de niñez que pudieran ayudarme a responder mis dudas sobre esas personas.

Me senté frente a la computadora y empecé a escribir, esto me salvaría, me mantendría cuerdo. Sé que no me voy a quitar la vida, soy muy cobarde para eso. Pero eso me hace recordar la maldita idea de que tengo que vivir con esta tortura todos los días. No son solo esas tres personas, son las demás. No aguanto ni un minuto cuando veo las noticias. “Asesinan muchacho por robarle celular…”, “Político corrupto se roba fondos de hospital…”, “Violador le saca los ojos a sus víctimas, tenga cuidado, usted puede ser el próximo…”. No vale la pena, ni si quiera estudiando sociología. Creí al entrar que esta carrera me iba a ayudar a ser como un salvador, que inocente que fui. Me da pena inclusive recordar eso.

Ahora estoy viendo una hilera de hormigas frente al escritorio. Bonito símbolo del trabajo en equipo y la protección de unos a otros. Siempre era escudo en los pequeños partidos escolares en donde estudiaba. Es increíble (olvidando y evitando una interpretación sociológica al respecto) como los animales pueden ser mejores que los seres humanos. Los humanos…

* * *

Es extraño lo que paso en la mañana. Estoy impresionado. Salí de mi habitación y me encontré ante una gran sorpresa. Cuando baje a desayunar, estaban los tres sentados alrededor de la mesa. Estaban conversando amablemente. Ninguno se interrumpía y una serie de “gracias, perdón, con permiso” se elevaban. Me senté y el señor mayor me deseo los buenos días. Estaba sin palabras, no sabía cómo comportarme. Los empecé a conocer, ese desayuno les devolvió sus nombres. Cuando terminamos, todos ayudaban, todos se apoyaban. Ningún secreto se escapaba, se hablaba sin tapujo, nada era tabú. Hablaban.

Conocí el pasado de mis padres, entendí el comportamiento de mis hermanos. No había insultos ni golpes. Observe que nadie se aprovechaba del otro a la hora de las labores del hogar. Todos decidían que hacer y lo balaceaban. Después de asear la casa vi las noticias. Todas eran buenas noticias. ¿Qué está pasando? Que tal descubrió una nueva forma de energía limpia, países enemigos haciendo la paz. Era impresionante, vi frente a mis ojos como la sociología quedaba obsoleta. Todos los humanos no eran humanos…

* * *

Esta situación me está asustando. Siento que debería ponerme feliz, pero esto no puede estar pasando, siento que lo que está sucediendo es motivo para dudar. Esto no es real, las personas no son buenas, es, y me pueden criticar mis compañeros, parte de su naturaleza. Esto es imposible. Hace una hora, entré en una discusión con mi hermana, ella se había deshecho de unas espadas decorativas que estaban en mi cuarto, me decía que eran peligrosas. Yo le grité, mostré mi ira, me acercaba a ella y le gritaba al oído. Ella parecía asustada, no se defendía, no me golpeaba. Ella no tenía idea de lo que yo hacía. Cuando terminé de descargar mi ira, ella solo razonó conmigo, me hablo, se disculpó. Una disculpa real, una que yo nunca había recibido por parte de ella, en mi vida.

Sigo diciendo que esto no me agrada para nada. Tanta amabilidad, tanta hablada. Parecía un sueño, pero esto no lo es. Los humanos no merecen ser de esta manera. No merecen ser buenos entre si. Y ahora estoy aquí en mi cuarto viendo las hormigas. Mi sueño, pero solo es posible en los animales. Ellos no tienen conciencia, no son egoístas. ¿Qué pasó con la naturaleza del ser humano, que pasó con la cultura?

Ahí inició todo, con las hormigas. Me levanté de mi asiento y una a una las maje con mi dedo. Esto no lo aguantaba, yo no aguanto tanta bondad, no aguanto tanta belleza, tengo que destruir todo. Este paisaje de un ser humano distinto al que conocía no debe existir, es horrible. Mate a todas las pequeñas hormigas que se asomaban en la pared. Estas cosas no piensan, son solo animales…

* * *

Decidí matarlos a todos. El asesinato no me da miedo, eso me reconforta, representa que aún poseo mi egoísmo, que aún soy humano. Me siento como un libertador, yo me iba a liberar. Ser amable no es comportamiento digno de las personas, hablar sin miedo no es merecedor del ser humano.

* * *

Escape de mi casa. Hubo testigos, eso quería. Que los demás vieran cual es el comportamiento correcto. Pero me hervía la sangre saber que nadie hacia nada al respecto. Solo se quedaron viendo como degollaba a todos. Nunca habían presenciado un asesinato, estaba seguro que ni siquiera habían escuchado esa palabra.

Corrí a la ciudad. Me preguntaba que haría para enseñarles, para mostrarles que no son humanos y que lo deben ser. Que deben ser violentos y destruir todo aquello en lo que pensaban los idiotas románticos de Frankfurt. Camine por la acera del parque, estaba ansioso. Un muchacho se me acercó y me saludo, me estrechó la mano y me deseo un buen día (todos hacían lo mismo). Ahí estaba, la forma la había descubierto.

Cerré mi puño y le di un golpe fuerte en la cara. El muchacho cayó al suelo, yo solo me abalancé a él y le seguí propinando golpes. Transeúntes observaban los hechos sorprendidos, no entendían el acto que yo estaba efectuando. Después de un momento de interactuar violentamente con el muchacho, me dirigí a los espectadores. Les grite que lo probaran, que lo hicieran.

Unos señores lo hicieron, se dieron golpes. Uno de bigote le daba en fuerte en el estomago al de gafas. Vi la cara del segundo. Su expresión cambió, de tranquilo a furioso. Este le devolvió el golpe al de bigote. Sentía enojo, lo podía notar. Estaba observando una pelea y eso me emocionaba, me sentía feliz, la violencia que representaba esa violencia me lleno de vida. Esos humanos dejaron de ser animales…

* * *

Me detuve frente a una tienda de electrodomésticos. Las noticias cambiaban. El asesinato de mi familia era presentado. Los testigos en la escena aprendieron, mataron el resto del barrio. Vi también como un vendedor callejero era asaltado. Leí en el periódico que jerarcas se robaban dinero. Egoísmo, violencia, avaricia… Volví a la casa a ver la obra que lo había iniciado todo.

Estaba feliz, era simplemente bello lo feo. Estas palabras que ahora escribo le harán recordar al mundo quienes somos los humanos. Aquí nos vamos todos. La tierra la destruimos y nos vamos con ella…

Le pedí al señor que esta mi derecha que me dejara escribir lo que sucedía. Estoy tan feliz, que mi asesinato sería la cúspide de mis actos. Ahora me apunta con un arma. Estoy deseando mi muerte…

Extracto del Reporte del oficial Carazo:

A la hora de encontrar al sujeto, este se encontraba frente a su computadora. Jadeaba como perro con rabia. Cuando le llame la atención, el solo me pidió permitirle agregar algunas páginas a su diario antes de que yo le matara. Cuando lo hizo, saque mis esposas y se las puse. Esto lo afecto mucho. Se puso muy nervioso. Creo que se encontraba bajo alguna alucinación. Gritaba que deseaba morir. En uno de sus arranques, me empujo y corrió a su computadora y empezó a borrar lo que escribió. Se había dado cuenta de lo que había hecho, pero lo detuve antes de que llegara a lo más importante.

Se que no debe presentarse mi opinión en los reportes, pero tengo que admitir que haber visto a este muchacho en tal estado de locura, la cual lo llevó a cometer tres asesinatos y una pelea callejera, me ha llevado a la conclusión de que el ser humano está llegando a lo más bajo…

miércoles, 6 de enero de 2010

Ideas y pensamientos en un viaje. Dos

Las luces de la carretera pasaban intermitente al interior del autobús. Las sombras se mostraban y desaparecían con la presencia de la siguiente lámpara de luz color naranja. La noche mostraba los secretos de la ciudad y los residuos urbanos de lo que pronto sería un desierto. Gente vagaba por las aceras y drogadictos me mostraban las técnicas para darse el viaje.

Estaba completamente solo. Era el único pasajero en un viaje largo. Miraba por la ventana todo lugar que me mostrara el recorrido. Pensaba en lo horrible que es la ciudad por las noches. Como la falta de luz no ayudaba en esconder la evidencia de lo desagradable que era el ser humano. Actos egoístas deterioraban las ya visibles ruinas de lo que alguna vez fue el agradable ambiente urbano. La ciudad cambiaba todo; aquel que pisara sus terrenos infértiles y sin color real no sería la misma persona que fue alguna otra vez.

Ideas son alojadas a la fuerza dentro de las mentes de los ciudadanos. Ya no muestran compasión, me lo mostraba una escena de homicidio que apareció justo frente a mi ventana. Era desagradable, las sombras en los edificios, las personas que caminaban con rumbo desconocido. El odio de la ciudad me entraba en las venas, odio hacia los demás. Me daba asco ver personas.

La ciudad produce lo terrible, es símbolo del progreso oxidado. Deja en su paso desperdicio, va botando lo que no se ocupa y nos dice: aquí esta lo bueno, en este lugar invadido por la existencia humana, usted será uno de nosotros. Sí, eso es lo que siento, eso es lo que me dicen. Y cuando uno es parte de esta mole de concreto, solo deja de pensar, ya los demás no son nada, el desperdicio es desperdicio y los pobres tirados en la calle son solo manchones de suciedad.

Nadie es nadie y todos son uno mismo. Uno es el que importa, ya no existe el nosotros, no existe esa esencia y no creo que vuelva dentro de este lugar. Un ejemplo que me puede hacer hervir la sangre aún más es caminar. Esquivándose todo ser que se le meta en frente. No son humanos, uno ya no los ve así, son estorbos, eso es, la gente estorba y no me deja pasar. ¿Será que no se dan cuenta que uno va apurado? ¡No tengo todo el día! Grita con furia aquel joven que está harto de verse inmerso en la misma maldita situación. Nadie se quita, son una barrera. Simplemente es un retroceso, nos venden calor humano pero lo que buscan es solamente aumentar el ego o los bolsillos o ser parte del nosotros que no existe, no sé. Pensar en esto de esta manera me confunde. Solo espero que yo no sea el único que se esté dando cuenta de que algo que nos une, separa.

Separa. Recuerdo la fiesta, estuvo divertida, uno de ellos contó un chiste muy interesante que involucraba una situación improbable con el dinero. Vi a la que me gustaba, la toqué, eso me devolvió esperanzas de un amor que podría no ser correspondido. Lo sentí. Estímulos de que lo esencial vive, pero agoniza. Cuando salimos un grupo de seis amigos a tomar el autobús para regresar a casa, llegamos a esta mugrosa necrópolis. Ahí paso algo extraño, solo nos separamos, solo tomamos cada uno nuestro camino. Nos dimos las espaldas y allí termino la noche. Claro, se escucho el débil sonido de un adiós, pero fue como si no nos soportáramos. Autómatas con egoísmo. Solo soy yo, solo pensé en mí, cuando llegaba a la parada, mis recuerdos no involucraban a nadie más. ¿Me preocupé por la seguridad de los demás en su camino a casa? No. No es necesario, solo soy yo en este mundo. Esta ciudad es mía.

Insultos e intolerancia afloran. Es interesante ver que el cemento y el humano provoquen el alto completo al pensamiento y al ejercicio del cuestionamiento. Aquí solo se dice, no hace falta analizar lo que se dijo. Lo escucho cada noche de la boca de mi familia, insulto tras insulto de aquellas personas que vemos, de los que no recordaremos nunca. Ellos no pertenecen a nosotros, pero todos somos nosotros. Ironía que me hace doler la cabeza. Si unos, como mi familia, creen ser mejores, como es posible que aquellos sin cara, vayan a tener su identidad. Los primeros solo construyen máscaras y etiquetas, los segundos desaparecen en ellas. Este es el fin. Exagerado para cuarentaicinco minutos de viaje, pero es algo que hay que reconocer.

Yo estoy ya perdiendo la lucha, no creo que vaya a escapar de la indiferencia en que se hunden los habitantes de las ciudades. Lo sé, acabo de ver como golpeaban a una mujer por la ventanilla del bus. No reaccione, no pensé, no denuncié. Indiferencia, una cárcel muy cómoda como lo presenta poéticamente un grupo noruego que conozco. Me pregunto ¿estará pasando lo mismo en aquellos lugares donde no ha pisado lo artificial? A la mierda todo. Al llegar a mi parada, solo me dirigí a mi casa. Lo sentí nuevamente, ahí en lo que se suponía que el calor humano es un invitado constante, cada uno es uno, la familia ha perdido la batalla.

lunes, 4 de enero de 2010

Ideas y pensamientos en un viaje

¿Qué pasa aquí? Me preguntaba con miedo. El bus arrancaba con fuerza y se dirigía a su rumbo. Volví mi mirada y vi a mis dos amigos. ¿Qué nos pasaba? Pregunta tras pregunta pasaba por mi cabeza. Sentía la necesidad, pero no lo hacía. No solo ellos, a mí también me pasaba. Escuchaba los sonidos del bus, el jolgorio y las alegrías, los chismes y las conversaciones absurdas; las personas hablaban. Miré por la ventana, llovía fuertemente, pensaba que las gotas que golpeaban el vidrio me iban a hacer olvidar lo que sucedía a mí alrededor.

Ellos dos, en silencio permanecían. No se miraban, más bien evitaban hacerlo. Como una burbuja, los tres estábamos consumiéndonos en un silencio insoportable. ¿Qué había pasado? En la parada hablábamos sin parar, nos reíamos y bromeábamos sin cesar. Nos divertíamos con nuestra presencia. Con velocidad y rudamente el autobús se acercó y abrió sus puertas de golpe, subimos uno a uno. Vimos los tres el pasillo vacio, caminamos y escogimos el asiento donde pensábamos que el sentimiento de compañía iba a continuar; la melancolía se abrió paso y nos absorbió, eso debió haber pasado.

Eso no se sentía como vida. La vida la dejamos afuera, detrás de las barras. Cuando entramos solamente se nos olvido seguir viendo al otro como una fuerza que nos recordaba lo esencial, el apoyo, la presencia. Esa burbuja que nos separaba del ímpetu fluido que dominaba en el bus, ahora nos encerraba por separado. Cada uno de nosotros nos hundíamos cada vez más en nosotros mismos, éramos individuos, prontamente a ser desconocidos.

Busque en mi cabeza temas de conversación, algo que permitiera pagar el pasaje a nuestros espíritus. Mi mente solo me mostró temor y un destino terrible. No los conocía, no sabía quiénes eran estas personas que viajaban a mi lado. No hablaban, se nublaban frente a mi vista. Quería saber que pensaban, pero no se expresaban. Cada vez se veían más débiles, más sombríos. Yo no escapaba a tal imagen, volví mi mirada a la ventana y en el reflejo había un rostro que perdía la sensación de una caricia, de una sonrisa, de un cumplido y de un consejo. Ya no éramos.

El bus se detuvo bruscamente, me detuvo el tren del pensamiento. Vi a Joaquín levantarse con lentitud y pereza, no tenía ganas. Solo quería empotrarse en ese asiento y no seguir pensando, no seguir viendo lo que veía, solo un cuerpo. “Hasta luego” le dije con suavidad y disfrute la sensación de calor en su mano, vi una sonrisa en su cara. Él se reencontró con su vieja amiga al bajarse del autobús; su color y brillo volvió a su ser. Estaba contento, vi como se salvaba mi amigo de un viaje que nos estaba dejando vacios.

Fije mi mirada en Jade, ella no resistiría, estaba seguro. Su destino se mostraba con dolor por sus ojos que se secaban. No quería ver. Tenía miedo. Me refugie en ideas que me salvasen a mí. El egoísmo se mostraba como salida; yo me salvo. Problemas se muestran en el exterior y solamente nos quedamos callados. El dolor encogía a Jade, sabía que sufría. Pero solo dejé que el frío rodeara los tres asientos en que nos encontrábamos. Tocarla la mataría, eso pensaba. Cobarde fui en ese momento en que los dos necesitábamos al otro. Yo me cortaba las venas con mis filosos pensamientos; nadie había más que yo en ese asiento. Jade se encerraba en sí misma, ella se volvía en su propio agujero negro.

Vi que se acercaba mi parada. Jale el timbre y me levante. Jade se hizo a un lado. Solo le dije “adiós”. Ella se acercó para besarme la mejilla, yo solo seguí mi camino. Rechace, el contacto, la caricia, el espíritu que necesitaba ayuda. Ella solo bajó la cabeza y se volvió a sentar.

Choque de frente con la pasajera, volví, recordaba. Reconocí mi error. Lloré por ella, llore por Jade, llore por Joaquín. Me senté en la acera. Esa maldita caja metálica sin vida nos quitó con sus barras el residuo de nuestra fuerza, nos hizo olvidar. Lo esencial solo fue basura, para los tres que en ceniza se volvían.

Tomé mi celular. La voz de Jade me contestó.

-Hola- dije con dificultad –perdón por lo que hice en el bus. Fue imprudente. ¿Estás bien?-

-La verdad no- me dijo suavemente, su voz anunciaba llanto –gracias por llamar…-

Al colgar, un mensaje de Joaquín se anunciaba…