domingo, 4 de abril de 2010

El Joven de la Ventana


Hace unos años un estudiante mío me contó sobre un evento que vivió. Fue uno de esos que le abren los ojos a uno, que le hacen ver el mundo de otra manera. Esta historia siempre la recito al principio de mis clases, aunque no tenga mucho que ver con sociología de la cultura o la comunicación. Sé que estas palabras hacen reflexionar aquellos que la escuchan con atención, puedo asegurar que eso fue lo que me paso, esta historia me cambio la vida.

Había un muchacho, que por primera vez de su vida universitaria fue a un salón de estudio. Éste se ubicaba en el cuarto piso de una de las facultades. Como había estudiado mal para el examen que tendría esa noche, se dirigió al salón a repasar. Al entrar notó sin mera importancia que la gran habitación, que expiraba ese resistente olor a cigarro, estaba vacía, él vio esto como una buena oportunidad para poner extrema atención en lo que haría en las próximas horas.

Sin cuidado, corriendo sillas y mesas para poder llegar al espacio que había elegido como el adecuado, se ubicó y saco sus libros, una vez más sin un toque de cuidado. El ruido desordenado rebotaba por las debilitadas paredes de concreto. Cuando empezó a leer, escucho un “shhh” que venía de al frente suyo. Extrañado, el muchacho levantó la cabeza y busco de donde provenía el característico sonido que pide silencio. Era un joven que estaba delante suyo, pero él no estaba estudiando, parecía estar sumamente desconcentrado dado a que veía por la ventana con la mirada perdida en el edificio de en frente.

“Disculpe,” dijo con amabilidad y algo de enojo el muchacho “no quise molestarle, pensé que el salón estaba vacío, por lo que me maneje por el de manera imprudente y sin cuidado. Pero no puedo dejar de notar que no estudia, entonces ¿por qué me silencia?”

“Lo disculpo,” dijo con voz monótona el joven, mientras hablaba seguía viendo por la ventana “y a su vez me disculpo yo mismo si lo he molestado al pedirle silencia de esa manera insultante, pero es que estoy pensando, pienso. Para pensar, creo yo, se necesita silencio, por eso vengo a este lugar. El pensar me hace ver las cosas de una manera más amplia y realista. Pienso, no leo. He descubierto que en la lectura no encuentro respuesta a lo que pienso en este momento.”

“Esta bien le dejare que se divierta con las ideas. Yo seguiré en lo mío”

El muchacho espero respuesta, y al no obtenerla simplemente bajo su mirada e inició a leer con un poco de apuro. Constantemente miraba el reloj. Ese examen, sus preguntas y la falta de respuestas a ellas le hacían más nervioso. Su preocupación era tan intensa que lo que leía no era absorbido por el cerebro.

“¿Sabe qué?” pregunto el joven, interrumpiendo la lectura al muchacho “yo no me divierto con las ideas. Simplemente pienso. Creo que divertirse con ideas es imaginar, yo solo estoy pensando. Pensando que falta para que suceda.”

“¿Perdón?” pregunto el muchacho un tanto confundido.

“Nada más le intento corregir lo que usted me ha dicho.”

“Está bien” le respondió el muchacho aún más confundido “Y una pregunta. Perdóneme si es incómoda, pero ¿en qué piensa? ¿qué es lo que va a suceder?”

El joven no respondió. Desde donde estaba, el muchacho no podía leer los títulos de los libros que el joven de la ventana estaba leyendo. Ese cuerpo humano frente a la ventana le daba nervios. Era frio y encorvado, melancólico, no deseaba ser alguien, solo una sombra.

“He vivido una especie de trayecto emocional,” comenzó el joven frente a la ventana “altos y bajos que me han hecho ver lo insatisfactoria que es la vida. Voy a la universidad ¿eso debería hacerme feliz? Bueno eso es lo que me dicen: ‘este orgulloso de que ha llegado tan lejos, tan cerca de la vida profesional, un mundo en el cual muchos no ingresan’. Al principio uno se traga esa idea, luego... La rutina, es la peor enemiga del mundo letrado, no entiendo como muchos soportan tal tortura.”

“Comprendo,” le respondió el muchacho un poco desconfiado y esperando que no siguiera la conversación “pero eso se da porque uno quiere. Creo que la rutina se puede superar si uno decide hacer algo nuevo, algo extravagante en la normalidad de lo cotidiano. Creo que pensar que la universidad es algo insatisfactorio porque es rutinario es estúpido, si me disculpa la palabra. Además, ser profesionales nos traería una vida más acomodada.”

“Me decepciona este mundo, me decepciona usted compañero. ¿Por qué reduce algo fundamental a lo material? Tener una casa, una familia, una vida como profesional, no es algo extravagante o nuevo, eso ya lo hacen todos. ¿Y qué pasa? Viene la rutina. Me levanto, me baño, desayuno con mi familia, trabajo, regreso, me cojo a mi mujer y me voy a dormir, lo mismo. Peor sería si odio lo que hago, si odio a mi familia. Tal vez ahora me diría usted, compañero, salga a pasear, salga con sus amigos, etc. si eso ayuda, pero son milésimas de segundos en una vida completa de rutina, me siento bien por un pequeño lapso de tiempo, me abstraigo de mi aburrida vida por un rato, para luego chocar contra la realidad.”

“Sus ideas me asustan,” dijo el muchacho con incomodidad, su voz se resquebrajaba “realmente piensa que la vida no tiene sentido, gracias a la rutina. Creo que debe haber un balance entre la vida profesional y familiar con la vida “divertida”, he ahí la rutina. Igual es imposible de escapar a ella, solo se debe regular y así un es más contento.”

“Exacto, uno no puede hacer desaparecer la rutina. Viene con nosotros desde que nacemos (comer, llorar, dormir, defecar). Solo existe. Usted la siente presionándolo en este momento. La rutina del estudio, siempre en carreras, siempre estresado” El joven volvió a ver hacia abajo por la ventana “solo hay una opción, pero realmente solo espero a que suceda. Levantarme de aquí me da pereza.”

“No estará pensando en lanzarse.” dijo el muchacho preparándose para socorrer al ahora perezoso suicida “Si tiene pereza no se lanzaría. La pereza que le ha otorgado el seguimiento continuo de su vida, le salvara.” Estaba nervioso, chocaba sus uñas sobre la mesa.

“Por favor. Ni lo intente, estoy decidido, solo que ahora tengo pereza. Lo voy a hacer. De igual forma, la rutina no es lo único. Existe la familia. Estoy rodeado de personas que aprendieron a no expresar nada, eso ciertamente es un arma mortal. Mi vida ha sido una bomba de tiempo, siempre estuve seguro de eso, vivir sin contar nada. Cada problema era mío y de nadie más. Una vez hable con alguien, eso lo puedo aceptar, pero no dio frutos, solo fue habladuría. Los consejos no ayudan, la otra persona nunca entenderá por lo que pasa uno, por eso no los puse en práctica.”

“Y ¿no será por eso?” dijo el muchacho tratando de acomodarse en su silla “a usted seguramente le dio miedo llevarlos a cabo. Eso a veces me pasa, pero los problemas no se resuelven si no se hace algo. Y creo que hablarlos lo libera a uno.” Intentaba refutar, miraba al techo, ya ver al joven no era algo que podía resistir

“Pero tortura al que escucha. Para que entregarles tanto dolor, mejor solo que una persona lleve consigo tal problemática. Soy egoísta con mis problemas, pero no lo soy pues no deseo el mal a otros. Ahora, es difícil llevar a la acción los consejos, cuando vives en una familia donde nadie se expresa. No aprendí a hacerlo con ellos, jamás lo lograré.” El joven volvió a ver hacia abajo “Además, mis problemas no son realmente problemas. Crisis existenciales no es de importar; la pobreza, el maltrato, las violaciones, esos son problemas.”

“Bueno sí. Pero uno merece ser escuchado.” respondió dudando de su respuesta el muchacho “Uno es alguien. Y los problemas existenciales…” tartamudeo el muchacho mientras se pasaba una mano por el pelo

“Ni puede responder o refutar compañero. Entonces para que estorbar más. La rutina, la familia y los problemas existenciales. Tres elementos que solo llevan al fin. ¿No se tiraría usted? Estoy seguro que pasa exactamente por lo mismo.”

“Le puedo decir una cosa,” le respondió con seriedad y seguridad el muchacho “yo soy cobarde para suicidarme, pero valiente a la vez dado a que decido seguir viviendo la insatisfactoria vida. Yo existo, no soy una sombra tal como es usted. Yo tengo presencia en otros, disfruto lo que hago. Mi vida, aunque no perfecta, merece ser vivida, porque de eso se trata, ser valiente. Y ver cada experiencia como un paso adelante. No hay nada más rico que tomar decisiones a quedarse sentado sin hacer nada, y esperar a que sucedan las cosas.”

“Creo que tiene razón” dijo el joven mientras se levantaba, el muchacho lo reconoció y supo exactamente lo que haría. Con velocidad, el muchacho se levantó de su asiento y corrió por entre las mesas, el joven solamente se dejó caer. Cuando llegó a la ventana, el muchacho estiro su brazo y en el aire atrapo por el cuello de la camisa al joven.

“¡Qué hace!” le grito el joven “vamos déjeme caer, ya le dejé claro porque quiero hacerlo. No hay remedio para lo que sufro. Solamente desaparecer, nadie le importaría, solo soy una manchita. Un punto en un libro.”

“¡Tiene que reconsiderar!” le grito de vuelta el muchacho “Hay remedio, hay remedio. No se dé por vencido. Yo le puedo ayudar. Quiero ayudarle.”

El joven colgado de la camisa, solamente levanto la cabeza y vio al muchacho. Eran iguales. La misma cara, la misma ropa. Eran uno mismo. La misma persona salvándose a sí misma. El joven solamente levanto los brazos y se deslizó de la camisa. Cayo ligero hasta detenerse en el piso. El muchacho seguía asombrado, gritó con todas sus fuerzas. Al bajar las escaleras, justo donde había caído el joven, no se encontraba rastros del cuerpo. Lo único que quedo fue solo su camisa.

Mis estudiantes cuestionan después de la historia sobre la cordura del muchacho. Yo no les respondo, eso no viene al caso. Sé que es extraña la idea. La vida nos trate tanto pesar, tanta molestia y es lo mismo una y otra vez, pero merece ser vivida. Creo que es la acción lo que me atrae, actuar e intentar cambiar ese difícil obstáculo. Solo que obviamente, es cuestionable la forma en que ambos lo hacen, es en eso en lo que se debe reflexionar…